El viernes fue espectacular. Y no fue para menos. A una clase intensa y profesional, palabras del “Boss”, le siguió un rato cervecero de los que hacen historia. Por primera vez que yo recuerde hubo paridad, sí señor, paridad. ¿Y eso qué es? Pues eso quiere decir que alrededor de las dos mesas que juntamos hubo idéntico número de hombres que de mujeres, cuatro y cuatro. Que hasta ahora aquello parecía un cuartel militar, sólo tíos (entre estos no incluyo a nuestro “Manolo” particular). Pero vamos a lo que vamos.
Tarde noche primaveral (estamos a mitad de marzo, quien lo iba a decir) con temperaturas de vicio, de 23 a 25 grados, con cielo despejado. El ambiente invitaba a estar en manguitas cortas, pantalón ibicenco y playeras anchas. Ellas, pues ya se sabe, vestiditos glaseados, sugestivos, escotes generosos, melena suelta. Si hubiéramos tenido la playa al lado, tipo terraza chiringuitera, hubiera sido el acabose. Que la primavera ya está aquí. O por lo menos ese viernes se adelantó.
Ocupamos nuestro lugar. Había mesas y sillas de sobra (a la de hora de estar allí, estaba todo hasta la bandera). Las mochilas a un rincón, todas amontonadas, sin miramientos. Había sed, mucha sed, todos pensando en ese primer trago largo de esa cerveza, un trago que llega hasta los pies, un trago en el que uno cierra los ojos y solo piensa “Pero que buena está”. Coger el tubo frío y mirarlo al trasluz, el dorado de la “rubia”, las burbujas, la espuma, la marca que se queda en el vaso después de apurarlo. Todo un lujo. Esto es Sevilla. Alguien podrá decir que en otros sitios la cerveza se toma igual. Pues sí, pero no es como aquí, no señor. Sevilla tiene un color especial, y más por estas fechas.
Antonio levantó la mano y al segundo teníamos a nuestro camarero particular dispuesto a servir la primera ronda. Camisa de manga larga y pantalón negro, con delantal impecable y corbata a juego perfectamente colocada. Muy educado escuchó nuestra petición y al minuto volvía solícito con la bandeja cargada. Por supuesto no preguntó a nadie de quien era cada bebida. A cada uno le puso la suya delante sin equivocarse, todo un profesional. Igualito que la “saboría” del otro día (recuerden Isabel es su nombre). Eso y unos tazoncitos de “alpiste” para rebajar la gazuza. Que más de uno a esa hora se comía un caballo. Demasiado desgaste en las salas.
Entre los presentes que asistieron: nuestro Boss Antonio, nuestro informático particular y creador de este buen rollito Julián “The IT Crowd”, el señor Carlos “Mr. Castilla” y el que suscribe “The Smaller” o “Chiquitín”, como gusten. La noche tuvo la presencia de cuatro auténticos pivones, a saber: nuestra Cristina “The Machine” (si quieren saber algo del spinning pregúntenle a ella), nuestra chica Iberia Mary Sun procedente directamente del centro sevillano que no del aeropuerto coomo en otras ocasiones, Diana “Free with kisses” incansable y Encarni (sin nombre todavía) que poco a poco se annima a echar ratitos con la peña (y esperemos que sean muchos más, eres bienvenida).
Poco a poco el buen tiempo se va apoderando de Sevilla y eso implica una cosa. Las tardes cada vez se hacen más largas y por tanto, el rato friki por antonomasia, también se alarga, dando lugar a momentos memorables que de alguna manera habrán de ser recordados. Y para eso estoy yo aquí, para dejar impronta de lo que suceda en esos momentos, para dejar constancia de esos avatares. Nos vemos, colegas. Saludos a todos.
