Como casi todos los días, a media tarde y después de un día de curro, me he ido al gimnasio para echar mi ratito. Normalmente vengo en coche, pero ahora que el tiempo acompaña y que las tardes son largas, lo que realmente apetece es venir dando un paseo y disfrutar del kilómetro y medio escaso que separa el edificio del Sato de mi casa.
Hoy, al entrar, he notado cierto revuelo, he visto a las chicas del mostrador un pelín aceleradas, con las miradas inquietas, mirándose las unas a las otras. He podido ver que los de mantenimiento no paraban de manejar el walkie tolkie, gesticulaban continuamente y de vez en cuando cogían el móvil para hacer alguna llamada más particular. Puedo asegurar que en una de esas escuché: “Ya han traído la grúa. Sí, la de 25 toneladas, la que tú pediste. OK. Vamos a ello.” Carreras arriba y abajo. La ostia, pensé. Tiene que haber algo gordo, muy gordo. Por experiencia sé que ese tipo de grúas se utilizan para mover cargas muy pesadas. ¿Qué querrán mover aquí, en el Sato, si aquí está ya todo puesto en su sitio?
Yo seguí a lo mío. Me fui al vestuario, me cambié, me disfracé de “spinnero” y me preparé para la clase con los compañeros. Ya en el propio vestuario volví a oir comentarios que no me cuadraban. “Han tenido que llamar a la policía local para cortar la calle José Laguillo” “Me han dicho que viene un convoy de cinco camiones procedentes del Leroy Monroy cargadito con material de construcción.” Ya está, con dos cojones, el Sato ha decidido montar una piscina descubierta en el techo de la última planta. Fenómeno.
Cuando salí del vestuario y subí las escaleras me encontré con cinco pavos vestidos de currito con el casco de obra en la cabeza. Uno de ellos llevaba un taladro percutor más grande que su pierna, otros dos transportaban dos rollos de tela (a mi me pareció que era tela asfáltica) y los dos que quedaban llevaban una escalera, que extendiéndola podían llegar al cielo con ella. Todos ellos se dirigían a la planta quinta. ¿A la quinta, pero si la piscina es al aire libre tendrán que ir a la sexta? Al llegar al recibidor de la sala de pesas me encontré un cartelón que prohibía el acceso a las plantas superiores y que decía que la clase de spinning se suspendía, que estarían de obras toda la tarde. Que disculpásemos las molestias y que bla, bla, bla. Pues mi gozo en un pozo, hay que joderse.
Resignado me bajé a la sala de cardio y estuve media horita en la elíptica y otra media horita en la bicicleta estática. Luego recogí los bártulos, me duché y me fui. Mi sorpresa al salir fue mayúscula. Allí estaba la grúa, con la pluma extendida, la policía local redirigiendo el tráfico y tres de los cinco pavos que yo había visto en las escaleras dándole el toque final al trabajo, pasando un paño y dejando los cristales niquelados. ¿Pero que demonios habían hecho aquellos sujetos? La curiosidad es muy mala y al primero que pasó por allí, asiduo del gimnasio también, le pregunté: “Disculpa, tú sabes a que se debe todo este montaje”. El pavo sonrió y me dijo “No te lo vas a creer, por fin han puesto las cortinillas para el sol en la sala de spinning”.
4 comentarios:
No jodas, Smaller ! tanto movimiento para unas cortinillas ?
Joder! y la grúa ? no me digas que han puesto las cortinas por fuera del edificio ?
Qué cosas más raras ocurren en este gym !!!
Compadre, que mas quisieramos todos tener las cortinas puestas. A mi no me afectan mucho pero al que se sube ahí encima, las pasa canutas. Ná más que hay que ver los sudores.
Lo de las cortinas va pa largo. Podiamos hacé una colecta entre algunos y poné los cartones con shuponas que benden en los chinos.
jajaja el atasco que produjo la grua llegó al Alamillo!!!!
Publicar un comentario