Que magnífico espectáculo ofreció la sala de spinning del Sato la tarde noche del viernes. No es que la sala se vistiera de gala para el acontecimiento, es que se respiraba reto y superación por doquier, se notaba el ansia por la clase de los que aparecieron por allí. La esperada cronoescalada fue todo un acierto. El reto era superar los cuarenta minutos de la sesión anterior, cuarenta minutos que a mas de uno se les habían hecho cortitos, había que llegar a los cincuenta, de pie, sin sentarse, al ritmo que marcaba la música, sin dolor, sin anestesia, en seco. No llegó a llenarse la clase ¿para qué? Estaban todos los que tenían que estar, los patas negras y aspirantes a cinco jotas, salvo algunas excepciones y algún que otro despistado que entró en clase sin leer los carteles que anunciaban el acontecimiento y que al cuarto de hora salían despavoridos ocultando la cara para no ser vistos. Y es que la clase se anunció como una buena corrida de toros, con tiempo, anunciando la hora, lo que había y lo iba a acontecer. La diferencia era el tamaño del cartel, formato doméstico A4. Eso y una expectación creciente generada desde muchas semanas atrás por unos cuantos mediante el boca a boca, artículos y comentarios varios en este blog.
La primera fila fue objeto de lucha sin cuartel a la hora de elegir y coger sitio. Nunca una bicicleta de primera fila se cotizó tan cara como el viernes, nunca. Los mismos “spinners” lo reconocían. Entraron antes de que la brigada de limpieza acabara su cometido. Consecuencia: berrinche, sofoco y larga lista de improperios por parte del portador del cubito de agua sucia, más propio de un arrabalero de las tres mil que de un "técnico" de mantenimiento (no sé como llamarlo).
La primera fila fue objeto de lucha sin cuartel a la hora de elegir y coger sitio. Nunca una bicicleta de primera fila se cotizó tan cara como el viernes, nunca. Los mismos “spinners” lo reconocían. Entraron antes de que la brigada de limpieza acabara su cometido. Consecuencia: berrinche, sofoco y larga lista de improperios por parte del portador del cubito de agua sucia, más propio de un arrabalero de las tres mil que de un "técnico" de mantenimiento (no sé como llamarlo).
Nunca antes se había logrado tal nivel de concentración en un grupo de “spinners”, nunca. Nadie perdió una pedalada, nadie sucumbió a la tentación de sentarse. Solo se veían cabezas agachadas, dientes apretados, ojos cerrados y ritmo, mucho ritmo. Incluso algunos (algunas) que pensaron que no iban a acabar, sacaron fuerzas de flaqueza y haciendo un esfuerzo supremo lo lograron. Chapó por ellos.
Ahora queda el reto de la hora. Y ya no somos nosotros los que tiramos el guante. Ahora ha sido el propio “Boss” el que lo ha arrojado. Por vosotros, mis chicos, mis muchachos, mis niños. La próxima cita después del verano. He dicho.
1 comentario:
pues si, fué todo un grandísimo espectáculo, el boss disfrutó de lo lindo viendo como todos sus pupilos aguantaron el tirón, 50 minutos sin poner las posaderas en el asiento no está al alcance de cualquiera, estaban todos preparados para el reto, hubo mucha concentración....y algún respeto al boss esperando a q este diera el palo de gracia definitivo... y q no lo hubo!!
aún no sabemos donde estará nuestro límite!!!
pues sí, próximo reto....la hora !!!!
el espectáculo volverá al Sato !!!
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