Los dos compis de gimnasio se apresuraron a subir el primer tramo de escaleras, el que los llevaba directamente a la sala de cardio. Bicicletas, cintas para correr, elípticas, máquinas de remo, todo un mundo nuevo por descubrir ¿o no? Y gente, mucha gente haciendo ejercicio. Gente de todo tipo, jóvenes, no tan jóvenes, puretas, viejos, con tatuajes, sin tatuajes, con muñequeras, con cintas en el pelo, con i-pods en los antebrazos, con mp3 colgando del cuello, con auriculares tipo años 80. Y con todo tipo de atuendos, chandales del “Carro-fur”, zapatillas “Mike” “Atilas” “Pelme”, calcetines largos, cortos, tobilleros, de lana, de hilo, de ejecutivo (sí señor, algún que otro trallado llevaba calcetines de ejecutivo), todo lo que uno se pudiera imaginar.
El Lolo respiró tranquilo, pues miraba de reojo al Chungo con ese espantajo de camiseta y esas calzonas del año 0. Evidentemente no iba a desentonar en ese ambiente. Poco a poco iría puliendo su estilo, iría al “Pentatlón” y allí renovaría su vestimenta.
Una vez en la sala buscaron a uno de los “maromos” vestidos de negro para pedirle consejo. ¿Por donde empezar? ¿Qué rutina harían ese primer día?
Lolo: Muy buenas. Mira, somos nuevos y queremos saber por donde empezar. Te pongo en antecedentes. Nosotros no hemos hecho ejercicio en nuestra vida, como podrás ver. Queremos empezar con buen pie. Queremos ponernos a tono.
El “maromo” los miraba de reojo, sobre todo al Chungo. Miraba esos cuerpos, esas lorzas. Y pensaba “Menuda papeleta, compadre.”
Maromo: Para ser el primer día, os recomiendo que empecéis con una sesión suavita de bicicleta estática para calentar, de 15 a 20 minutos y, a continuación, os subís a la sala de pesas, y allí, buscáis a algún compañero que os indique que tipo de ejercicio debéis hacer. ¿Sabéis manejar una bici, no?
Chungo: Yo cuando era chico, montaba en una que tenía ruedines. Desde entonces no me he vuelto a subir en un cacharro de esos. Pero bueno, esas que estoy viendo no se mueven del sitio donde están. No creo que haya problema.
Maromo: Esas bicicletas tienen distintos programas. Elegid el que más os guste y adelante. Ambos eligieron dos bicicletas juntitas. Y ahí comenzó el show.
Chungo: Ostia, tío, esta bicicleta tiene el sillín muy alto. Y mira el cuadro, esto tiene más luces que la feria. ¡La virgen de Dios! Pero ¿para qué hacen falta tantos botones?
Lolo: Titi, habla más bajito, picha. Que nos están mirando. Súbete de una puñetera vez y empieza a pedalear. Ya veremos que es lo que pasa.
Chungo: Está bien. La maquinita ésta de los cojones me pide que meta la edad. Yo voy a poner 30. Y ahora me pide el peso. ¿Tú sabes cuanto pesas? Si yo me he pesado en mi vida. Yo creo que 80 kilos está bien.
Lolo: ¿80? ¿Tú te has mirado bien? Tú pesas 80 kilos de cintura “pabajo”. Ponle 40 kilos más, por lo menos.
Chungo: Y ahora el tiempo. El pavo este decía que unos 15 minutos. Vamos allá. Espera que tengo que meter los pies en los cacharros estos. Como se me atranquen las zapatillas aquí la vamos a armar. Puedo pegar un “boquinazo” con el cuadro este…
El espectáculo para el resto de asistentes al gimnasio era dantesco. Allí estaban dos sujetos dando pedaladas como locos. El sillín excesivamente bajo, las piernas abiertas y las rodillas dándoles en el pecho. Y esos cuerpos temblando. El “maromo” que los atendió se acercó para darles un consejito.
Maromo: Calma, calma. Con tranquilidad, que no hay que llegar el primero a ningún sitio. A este ritmo vais a durar 5 minutos. El sillín un poco más alto. Os vais a partir el esternón a rodillazos. Poco a poco.
El Lolo y el Chungo hicieron caso a los consejos del colega y, poquito a poco, empezaron a disfrutar del pedaleo. Vieron que en el cuadro de la bicicleta, el display que marcaba 160 y que ellos creían que era la velocidad a la que iban (pobres ilusos) bajaba y se quedaba en 140. Sudaban como los pies de un bombero metidos en unas botas de agua. Al principio algunas gotas, luego un goteo continuo sobre la toalla, y luego chorros a raudales imposibles de controlar. Entre ellos se miraban y se sonreían. Esto está chupado. ¿Pedalear? Esto es pan comido. Mañana me compro una bicicleta y a andurrilear por ahí. ¡Tiembla, carril bici, tiembla! ¡Que ya estoy aquí!
Pobres ilusos. Ninguno de los dos se podía imaginar que al día siguiente iban a tener agujetas hasta en las uñas de los pies. No iban a poder levantarse de la cama sin ayuda.
Continuará…